sábado, 11 de junio de 2016

El verdadero Sacramento

El verdadero Sacramento

Me enseñaron que la iglesia católica instituyó dentro de su doctrina 7 sacramentos (signos exteriores de la gracia de Dios dentro del individuo) que se ofrecen a los creyentes para hacerlos hijos de Dios, para ser santificados y por supuesto, para llegar a ser salvos. 
Independientemente de la consideración si los sacramentos son bíblicos o nó, si estoy o no de acuerdo, cualquier creyente de cualquier credo religioso que por fé valore la esencia fundamental de lo que representan y acepte en su vida el sentido de la unción que estos proveen, muy seguramente recibirá la gracia santificante de Dios que lo hace mejor persona,  con la inteligencia y sabiduría para alejarse del mal y decidir amar a Dios a la manera de Dios y al prójimo como a sí mismo, que es el resumen de todo, y el principal de los mandamientos.

Ahí ya no cuenta qué religión profese, cuantos estudios teológicos haya realizado, a cuantos les ha predicado, ni cuantos han conocido de Dios por su próspero ministerio, si no se ha apartado de hacer lo malo. No todo el que le dice Señor, Señor, entrará a vivir con Dios en el reino de los cielos. “Alejaos de mí, hacedores de maldad, nunca los conocí”, dirá el Señor  (lease para comparar Mateo 7: 16-27)

Según las Escrituras, Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4), pero que esa verdad que conozcan sea el conocimiento de Jesús como señor de nuestras vidas, con humildad, hacer justicia con nuestro prójimo, y amar el hacer bien al prójimo; dejar de hacer lo que Dios detesta, como ser aprovechados, ventajosos y mentirosos (lease Miqueas 6: 8-16)

Amigo, puedes cumplir con todos los sacramentos de tu iglesia, puedes repartir todos tus bienes a los pobres para darles de comer, puedes tener dones de sanidad y profecía, predicar, ser conocedor de las Escrituras, ser tan sabio como Salomón,  pero si en lo que haces no prima el amor y la misericordia, de nada te sirve. (lease 1 Corintios Cap 13) 
Porque la malicia nos hace ilusos, y eso es pecado. Es cambiar la verdad de Dios para acomodarla a sus intenciones. Es adaptar la Palabra de Dios a su vida. Los deseos de Dios son para cumplirlos a la manera de Dios. No te engañes.

El Señor me dice: Clama a voz en cuello, no te detengas, habla a todos; alza tu voz como trompeta, y amonesta a mi pueblo por su rebelión…diles.. ustedes que me buscan cada día, y quieren saber mis caminos, como si hubiesen hecho justicia, como si estuvieren cumpliendo la voluntad de su Dios; me piden justos juicios, y quieren acercarse a Dios. ¿Por qué dicen que me buscan y que se humillan pero no me hacen caso? Porqué no entienden?  He aquí que en el día que me buscan, su propio gusto buscan, y oprimen a todos sus empleados y trabajadores, y andan en pleitos con los demás, buscando aprovecharse de otros; no actúen así  como hoy, para que su voz sea oída en lo alto. 
¿Es tal el sacrificio que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, y llore, y haga vigilias y clame? ¿Llamaréis esto ayuno, crees que esto es agradable a Dios? ¿No es más bien la humillación que yo escogí, que desaten las ataduras de impiedad que tienen sobre otros, que suelten las cargas de abuso sobre sus trabajadores, que perdonen a sus deudores, y que rompáis todo yugo sobre los demás? 
¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? 
Ahí sí nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Dios será tu retaguardia. 
Entonces invocarás, y te oirá Dios; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidades;  y si dieres tu pan al hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. 
El Señor te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan. 
Y tus hijos reconstruirán lo perdido; levantarás los cimientos de generación en generación y serás llamado “el restaurador”.
Si guardares un día de reposo para mí  (dice el Señor) y no para hacer tu voluntad en mi día santo, entonces te deleitarás en mí; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer lo prometido a tus antepasados, porque así lo ha dicho el Señor.  (lease Isaías cap 58)
Esa es Palabra de Dios. Y es para usted amigo. No es para los demás. Es para usted, porque por eso lo está leyendo.

Lo anterior me lleva a meditar mucho. Para mí, muy personalmente, sin interés de discusión, los sacramentos católicos no deberían ser ritos religiosos sino civiles, pactos individuales y autónomos de fe de los creyentes con Dios, no con la iglesia, no impuestos u obligatorios como lo han sido por siglos por la institución sino por la fe de cada uno, normados por la iglesia conforme a las Escrituras, que permita a los creyentes renovar su pacto cada día, para que cada uno sea inculpado por su propia conciencia si rompe el compromiso. Porque, aunque son hechos que ocurren en un solo acto, cada día debemos revalidarlos, para fortalecerlos y no dar lugar al diablo. De lo contrario, como generalmente ocurre, no pasó de ser tan solo un acto social con fiesta incluida, del que solo quedan las fotos, y los contrayentes dejan enfriar esa emoción que los llevó a jurar delante de Dios y terminan viviendo como si el contrato no existiera, como si el pacto nunca lo hubieran hecho delante de Dios.

Desde ese punto de vista, hay un acto que no es considerado dentro de esos sacramentos, y que es mas importante que todos estos juntos, y Jesús dice que es el Amor, el verdadero amor acompañado de justicia y misericordia, como lo predican las Escrituras desde Adán, pasando por los profetas y terminando en apocalipsis.

Así que, bienvenido a hacer de los sacramentos un estilo de vida diaria, si es que realmente has hecho un pacto con Dios.

Jorge Alberto Coral



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